El Soberano

Europa, ¿retroceso reaccionario?

¿Hay un agotamiento con la democracia en Europa? ¿Un cansancio con la estabilidad y el crecimiento económico? O, en realidad, estamos hablando de una crisis más profunda. De un quiebre del contrato social que predomina en Europa hace más de 70 años. Estas preguntas invaden la mente de analistas, comentaristas y estudiosos de la realidad que observan con asombro el surgimiento de estos nuevos movimientos políticos reaccionarios en el viejo continente. 

La aparición de esta extrema derecha nacionalista, nativista, enemiga acérrima de la inmigración fue una respuesta contundente a las soluciones propuestas por la tecnocracia gobernante. El método y las formas propias de la administración pública, sus burócratas y técnicos parecían perder popularidad frente a la indignación, el enojo y la reacción violenta ante aquello que nos aqueja. Aparece así, de cierta forma, la indignación como política de gobierno, la frustración como la base de programas políticos y la violencia como elemento principal en el repertorio de acción pública.  

Estos fenómenos no son novedad. Hace años que las calles han sido dominadas por las demostraciones de estos extremos del conservadurismo que han logrado conquistar la opinión pública, imponiendo sus agendas y preocupaciones en el imaginario ciudadano. Sin embargo, y aunque han podido penetrar de cierta forma en las instituciones formales, no han sido capaces de imponer sus agendas en la escena electoral. No han logrado construir las mayorías necesarias como para conformar gobierno. Y esta dinámica claramente se refleja en las elecciones europeas de los últimos tiempos. Desde el optimismo europeísta que puede verse en países como Rumanía y Portugal, hasta la preocupación e incertidumbre que genera la victoria conservadora en Polonia. Revisemos un poco más en detalle estos comicios para poder entender algo mejor este clima de época. 

“Y esta dinámica claramente se refleja en las elecciones europeas de los últimos tiempos. Desde el optimismo europeísta que puede verse en países como Rumanía y Portugal, hasta la preocupación e incertidumbre que genera la victoria conservadora en Polonia”.

 Las elecciones 

Portugal votó este pasado 18 de mayo para renovar la totalidad de su parlamento. El sistema electoral divide al país en toda una serie de distritos electorales que eligen a un número especifico de representantes relacionado con la cantidad de personas que viven en los mismos. Estos cargos se reparten de manera proporcional, siguiendo la lógica del sistema D´Hondt. Los resultados de estas elecciones en particular, por otro lado, le dieron la victoria a la Alianza Democrática, la coalición oficialista de centroderecha liderada por el primer ministro Luís Montenegro, con un 32% de los votos que se traducen en unas 91 bancas al interior del parlamento. En segundo lugar salió el Partido Socialista con el 22% y 58 bancas. Y en tercer lugar quedó el antisistema “Chega” (“basta” traducido del portugués), muy cerca del segundo con solo 5.000 votos de diferencia y la misma cantidad de bancas conseguidas por la centroizquierda. 

Rumanía, por su parte, se acercó a las urnas en mayo para elegir a un nuevo presidente por un período de 5 años. Lo hicieron en dos vueltas, el 18 y 26 de mayo, ya que ningún candidato consiguió más del 50% de los votos del total del padrón para resultar electo en primera instancia. Las elecciones las ganó el moderado ex alcalde de Bucarest Nicușor Dan con el 54%, logrando revertir el segundo lugar que supo conseguir en la primera vuelta del 18 de mayo. En segundo lugar quedó el popular antisistema, reformista y conservador George Simion que, aun habiendo salido primero el 18 de mayo, no pudo mantener su ventaja. 

Polonia, siguiendo una lógica política similar a la de Rumanía, se acercó a elegir presidente en dos oportunidades entre mediados de mayo y principios de junio. Entre la primera vuelta, que se llevó a cabo el domingo 18 de mayo, y la segunda, que se realizó el domingo 1 de junio, se presenció otra reversión del resultado electoral. En primera instancia salió primero, por una escueta diferencia, la Coalición Cívica, el partido tecnocrático pro Europa del primer ministro Donald Tusk que llevó como candidato a Rafał Trzaskowski. En segundo lugar quedó Karol Nawrocki, el candidato de la coalición conservadora de gobierno liderada por el partido Ley y Justicia. Este resultado en la segunda instancia se revertió y por solo dos puntos ganó la derecha, estableciendo una escena política muy compleja en la que el jefe de Estado y el jefe de gobierno son de partidos claramente opositores. 

Populismo digital, conservador y reaccionario 

Podríamos afirmar que, por estos resultados, el sentido común se impuso frente a la indignación desenfrenada. En dos de los tres países perdieron los extremos, fracasaron las propuestas más radicalizadas y retrocedieron, en términos electorales, las alternativas más polarizantes. En Polonia, es cierto, ganó el extremismo pero lo consiguió solo por un estrecho margen que demuestra lo relevante que todavía es la moderación en la política institucional del país. Aún así, las alternativas reaccionarias parecen haber triunfado contundentemente en todos los países de una manera muy especifica. La forma de la política, de esta política moderna, de esta política de la instantaneidad y la frontalidad, demuestra que en el campo de la batalla por el discurso van ganando los extremos. 

La discusión, no obstante, parece no honrar la histórica división entre una izquierda progresista y una derecha conservadora que caracterizó la competencia política contemporánea. No nos confundamos, igual, todavía existen dichas distinciones, pero parece ganar tracción y protagonismo la lucha por las formas o, lo que es lo mismo, la falta de ellas. Es decir, lo importante ya no parece ser lo que decimos sino cómo lo decimos. Cómo nos expresamos en el ámbito público. Qué tan trasgresores somos. Qué tan radicales pueden ser nuestras propuestas y, sobre todo, la forma como estructuramos el discurso que nos permite presentar esas propuestas. 

Se instala, de esta forma, una competencia enfocada plenamente en el discurso y su estructuración y se conforma un esquema de incentivos que premia a los más osados y castiga a los moderados. La racionalidad en la discusión pública parece perecer a manos de aquel que más arriesga con sus palabras, ideas y acciones. Es así como Simion, el candidato a presidente en Rumanía, hizo su carrera alentando reclamos nacionalistas en favor de la unificación del país con Moldavia, cómo Ventura en Portugal le hizo creer a multitudes enteras que es posible la expansión del gasto y el conservadurismo fiscal y cómo Ley y Orden en Polonia se caracterizó por hacer campaña contra sus adversarios revelando secretos de Estado y utilizando los aparatos de gobierno como herramientas para la contienda electoral. 

Esta es la forma de hacer política que más y mejor podemos identificar con el fenómeno del populismo. Pero no es el populismo que utilizamos como un significante vacío para vencer a nuestros rivales en discusiones cotidianas. Es el populismo que rechaza la intermediación de las instituciones como forma de representación popular, que ignora las normas escritas y que establece un séquito de seguidores fanáticos que ciegamente siguen al líder encargado de establecer los lineamientos generales de una pobre ideología organizativa. 

“Es el populismo que rechaza la intermediación de las instituciones como forma de representación popular, que ignora las normas escritas y que establece un séquito de seguidores fanáticos que ciegamente siguen al líder encargado de establecer los lineamientos generales de una pobre ideología organizativa”.

Es el estilo de liderazgo que estos nuevos jefes partidarios han elegido para desarrollar sus carreras políticas, movilizadas, como no podría ser de otro modo, a través de la inmediatez comunicativa que plantean las redes sociales. Estos medios, que le abren las puertas de la comunicación social a todos, le dan al demagogo la oportunidad más clara para elaborar, difundir y vender sus planteos. La velocidad de los intercambios y lo escueto de los mensajes les permiten ocultar sus carencias programáticas, logrando alcanzar a montones de personas con un discurso llano, violento y pobremente trasgresor. 

Y aún así y todo suelen perder, al menos en Europa. Aun con las excepciones que destacamos, los fracasos electorales de las alternativas reaccionarias le brindan confianza a la vieja y tecnocrática política que se cree reivindicada frente a la derrota de su peor enemigo, el fervor popular. Sin embargo, la magnitud de este moderno discurso, y sus formas, calaron profundo en estos sectores instalados del poder establecido. Este populismo digital, no tanto por su contenido, ha venido a reconfigurar el diálogo democrático, el discurso público, en estado crítico, que cada día es menos plural, abierto e inclusivo.

“Sin embargo, la magnitud de este moderno discurso, y sus formas, calaron profundo en estos sectores instalados del poder establecido. Este populismo digital, no tanto por su contenido, ha venido a reconfigurar el diálogo democrático, el discurso público, en estado crítico, que cada día es menos plural, abierto e inclusivo”.

Scroll al inicio