El Soberano

Annobón: entre África y el Río de la Plata, una isla que se niega a desaparecer

Una serie de publicaciones virales en redes sociales sorprendió al sugerir que una isla africana casi desconocida, Annobón, quería “anexarse” a la Argentina. Lo que comenzó como un contenido llamativo derivó en una ola de teorías y confusión generalizada. 

En medio del desconcierto, algunos datos se aclararon rápidamente: no existe ningún pedido de anexión a la Argentina, ni tampoco reconocimiento oficial o injerencia diplomática. Sin embargo, sí hay una historia compartida poco conocida entre Annobón y América Latina, especialmente durante el período colonial. Y, por encima de todo, existe un reclamo legítimo de derechos humanos, autonomía y autodeterminación, respaldado por organizaciones internacionales. 

Una identidad distinta 

Annobón es una isla volcánica de apenas 17 km², ubicada en el Golfo de Guinea, a más de 500 kilómetros del continente africano. Su población ronda los 3.000 habitantes, descendientes en su mayoría de esclavos angoleños traídos por los portugueses durante el siglo XV. La isla fue descubierta el 1 de enero de 1471 y bautizada como “Anno Bom” (Año Bueno). Desde entonces, desarrolló una cultura propia, marcada por su aislamiento y por una lengua criolla de base portuguesa, el fá d’ambô, que aún hoy se habla en la región. 

A pesar de los esfuerzos por imponer el castellano como lengua oficial, el criollo sigue hablándose en la vida cotidiana y es parte central de la identidad local. A esto se suma un entramado de costumbres comunitarias, celebraciones religiosas y tradiciones heredadas de los antiguos esclavos angoleños que fueron traídos por los colonizadores. En Annobón no solo se lucha por derechos políticos, también se defiende una cultura que resiste en la periferia.

“En Annobón no solo se lucha por derechos políticos, también se defiende una cultura que resiste en la periferia”.

La historia colonial de Annobón está marcada por transiciones forzadas entre potencias que rara vez consultaron a quienes habitaban la isla. Descubierta por navegantes portugueses, pasó más de 300 años bajo su control, hasta que fue cedida a España en 1778. Durante un breve período, como parte de la reestructuración de las posesiones españolas en ultramar, Annobón quedó bajo la órbita administrativa del Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires. Si bien esa relación fue más formal que efectiva, representa una conexión histórica que hoy es resignificada por los líderes annoboneses como un puente simbólico con América Latina. 

“Annobón quedó bajo la órbita administrativa del Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires”.

La inclusión de Annobón en Guinea Ecuatorial luego de su independencia en 1968 se dio sin consulta democrática ni mecanismos de autodeterminación. La vida en Annobón hoy está atravesada por un aislamiento que no es solo geográfico, sino también político, tecnológico y económico. La isla carece de conexión a internet desde mediados de 2024, las líneas telefónicas están inactivas y el aeropuerto, aunque operativo, solo es utilizado por las fuerzas armadas. La única vía de abastecimiento es un barco militar que llega, con suerte, cada dos meses. No hay hospitales funcionando, la educación formal es casi inexistente, y el acceso a bienes básicos es limitado al extremo. Quienes viven allí lo hacen en condiciones que remiten a principios del siglo XX. Lo más alarmante es que este encierro se sostiene deliberadamente desde el poder central, como una forma de control y castigo colectivo por mantener viva su diferencia.

“Quienes viven allí lo hacen en condiciones que remiten a principios del siglo XX”.

Violencia como sistema

Desde hace décadas, Annobón ha sido utilizada como una zona de sacrificio ambiental dentro de Guinea Ecuatorial. Lejos de recibir inversiones sostenibles o políticas públicas, la isla fue convertida en un punto de extracción y depósito. En los años 80, comenzaron a circular denuncias sobre el uso del territorio como vertedero clandestino de residuos peligrosos, incluso material tóxico y posiblemente radioactivo. Esta práctica, sumada a la explotación minera sin control ambiental, ha dejado secuelas visibles en el paisaje y en la salud de sus habitantes. Se han reportado detonaciones controladas para abrir paso a la extracción de recursos, sin respetar viviendas, cultivos ni reservas naturales. Para los annoboneses, la degradación ambiental no es un daño colateral, sino parte del mismo abandono estructural que padecen, su tierra vale más por lo que esconde que por quienes la habitan.

“Para los annoboneses, la degradación ambiental no es un daño colateral, sino parte del mismo abandono estructural que padecen, su tierra vale más por lo que esconde que por quienes la habitan”.

Las denuncias sobre violencia sexual sistemática contra mujeres y niñas por parte de efectivos militares revelan una práctica profundamente cruel. Según organizaciones de la diáspora, esta violencia no es aleatoria ni aislada, responde a una estrategia de dominación y castigo étnico. La violación se utiliza como método de ruptura del tejido comunitario, como forma de humillar y someter a una población que ya vive bajo vigilancia constante. Muchas mujeres no denuncian por miedo o porque no hay a quién acudir. El aislamiento de la isla impide tanto el acceso a justicia como la visibilización de estos abusos. 

“Según organizaciones de la diáspora, esta violencia no es aleatoria ni aislada, responde a una estrategia de dominación y castigo étnico”.

Uno de los episodios más alarmantes en la historia reciente de Annobón ocurrió en mayo de 2024, cuando un grupo de vecinos de la isla organizó una protesta pacífica para reclamar por las condiciones de vida extremas y exigir respuestas al gobierno central. La manifestación, que no duró más de unas horas, fue duramente reprimida por fuerzas militares enviadas desde el continente. Sin orden judicial ni intervención civil, 38 personas fueron detenidas, entre ellas jóvenes, madres de familia y algunos referentes comunitarios.

Desde entonces, la información es fragmentaria y contradictoria. Varias de esas personas siguen desaparecidas, sin que se haya informado públicamente su paradero, si fueron trasladadas, liberadas o si permanecen incomunicadas en centros de detención del régimen. Organismos de derechos humanos de la diáspora y redes de apoyo internacional denunciaron el hecho, pero hasta el momento no hubo respuesta oficial del gobierno de Guinea Ecuatorial. Este caso no es aislado. En Annobón, protestar es considerado un acto de traición, y cualquier manifestación pública puede desencadenar consecuencias graves.

“En Annobón, protestar es considerado un acto de traición, y cualquier manifestación pública puede desencadenar consecuencias graves”.

Una lucha por existir

La situación obligó a que el gobierno de Annobón se organice, buscando llamar la atención internacional y denunciar las violaciones de derechos humanos. En 2021, declararon unilateralmente la independencia de la isla, amparándose en el derecho internacional a la autodeterminación y denunciando un colonialismo interno que mantiene a Annobón marginada y oprimida.

“En 2021, declararon unilateralmente la independencia de la isla, amparándose en el derecho internacional a la autodeterminación y denunciando un colonialismo interno que mantiene a Annobón marginada y oprimida.”

Desde el exilio, liderado por el primer ministro Orlando Cartagena Lagar y un Consejo de Ancianos, el gobierno annobonés ha buscado apoyo político y mediático, viajando incluso a Buenos Aires. Este movimiento no implica un pedido formal de anexión a nuestro país ni reconocimiento diplomático, sino una búsqueda de visibilidad, legitimidad y solidaridad internacional. 

Aunque Annobón no ha logrado reconocimiento formal por parte de ningún Estado, la causa empieza a resonar en espacios que recogen las demandas de pueblos no representados. Desde 2022, el gobierno en el exilio forma parte de la UNPO (Organización de Naciones y Pueblos No Representados), una plataforma que da visibilidad a comunidades excluidas del sistema diplomático tradicional. Gracias a este canal, han podido participar en sesiones informales en Naciones Unidas, así como en eventos de derechos humanos en Ginebra, Bruselas y Lisboa.

En este escenario, América Latina aparece como un aliado posible. No por cercanía geográfica, sino por afinidad histórica, por haber sido también parte del mapa colonial, por conocer los efectos de la exclusión, por haber transitado caminos de emancipación. Los líderes annoboneses han encontrado en Argentina un espacio para tender puentes culturales y políticos. Municipios como La Plata, Oberá o Berisso han manifestado su apoyo simbólico, al igual que legisladores provinciales y organizaciones sociales. Se trata de gestos que, sin ser jurídicamente vinculantes, construyen legitimidad desde abajo, desde lo humano, desde lo simbólico. En sus palabras: “Argentina no tiene intereses en África. Justamente por eso, puede escucharnos sin condicionamientos”.

Paradójicamente, fue una confusión en redes sociales lo que terminó dándole visibilidad a esta historia. El tono era más bien irónico o desinformado, pero generó un efecto inesperado, miles de personas comenzaron a googlear “Annobón”, a compartir hilos, a preguntarse qué estaba pasando. Lo que empezó como un chiste se convirtió, para muchos, en una puerta de entrada a una causa real. Varios medios retomaron el tema y ayudaron a instalar la pregunta central: ¿cómo es posible que haya una comunidad así de aislada, reprimida y olvidada en pleno 2025?

“¿Cómo es posible que haya una comunidad así de aislada, reprimida y olvidada en pleno 2025?”

Invisibles en su propia nación

Sus habitantes no tienen representación en el Congreso nacional, no acceden a cargos públicos, ni pueden formar parte de las fuerzas armadas o del aparato estatal, se los borra del relato oficial. Esa ausencia deliberada no es casual. La lengua que hablan, la forma en la que organizan su comunidad, las tradiciones que defienden, todo lo que los identifica, es considerado una amenaza para el modelo homogéneo de nación que impone el régimen de Malabo. Por eso no sorprende que, en los libros escolares del país, la historia de la isla prácticamente no exista.

En ese contexto, resistir es más que un gesto. Es una necesidad. Y por eso la lucha annobonesa no se limita a exigir infraestructura o conectividad, se trata de recuperar el derecho a nombrarse, a decidir, a ser parte de algo mayor sin renunciar a lo propio. La autodeterminación no es solo un principio jurídico, es una forma de existencia frente a la negación sistemática. Hoy Annobón sigue sin votos, sin presupuesto, sin representación real. Pero tiene algo que el poder no puede controlar del todo: su memoria, su lengua, y su historia. 

“La autodeterminación no es solo un principio jurídico, es una forma de existencia frente a la negación sistemática”.

A pesar de la legitimidad de sus reclamos y del respaldo simbólico que han recibido en algunos espacios, la causa annobonesa choca de frente con una realidad geopolítica compleja. En África, muchos Estados conservan vínculos estrechos con sus antiguos colonizadores. Esos lazos se traducen en acuerdos económicos, apoyo diplomático mutuo y una regla tácita de no cuestionar fronteras heredadas.

“En África, muchos Estados conservan vínculos estrechos con sus antiguos colonizadores. Esos lazos se traducen en acuerdos económicos, apoyo diplomático mutuo y una regla tácita de no cuestionar fronteras heredadas”.

Los países vecinos no están dispuestos a apoyar procesos que puedan sentar precedentes incómodos, ni a enfrentar a regímenes que aún conservan influencia en organismos continentales como la Unión Africana. En la práctica, esto deja a Annobón fuera de los foros más cercanos, obligándolos a buscar aliados más lejanos pero políticamente independientes. 

Vivir en Annobón implica un encierro, un presente suspendido en el que la juventud no tiene futuro y lo más grave es que nadie puede registrar ni difundir esa realidad, porque las cámaras no llegan, los periodistas no acceden, y los testigos son silenciados. Escuchar a Annobón es entender que la soberanía no se mide solo en mapas ni en declaraciones formales, sino en la posibilidad concreta de vivir con dignidad. Es reconocer que existen pueblos que siguen siendo tratados como márgenes. 

Annobón no busca provocar, exagerar ni inventar, busca existir. Y en un mundo saturado de información pero ciego a ciertas realidades, existir ya es una forma de resistencia. La suya es una lucha por el derecho a decidir su propio destino, a preservar una cultura que sobrevive a pesar del silencio, a que las generaciones futuras no hereden solo despojo y olvido. Tal vez no haya respuestas inmediatas ni soluciones fáciles. Pero hay algo que sí es posible ahora y es dejar de mirar para otro lado.

“Annobón no busca provocar, exagerar ni inventar, busca existir. Y en un mundo saturado de información pero ciego a ciertas realidades, existir ya es una forma de resistencia”.

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