La historia del pensamiento político puede entenderse y estudiarse a partir de una pregunta fundamental: ¿quién es el soberano? Una pregunta que, fundamentalmente, busca indagar quién tiene la capacidad y la legitimidad suficientes para tomar aquellas decisiones que impactan al conjunto. Pregunta que busca identificar aquello que rompe con las barreras del tiempo y nos introduce en la eternidad propia del mundo de las ideas.
Desde esta perspectiva, son comprensibles los conflictos por el significado y por el orden de esas mismas preguntas e ideas. La respuesta a la cuestión que busca identificar al responsable de lo público, de lo común, es una lucha por el sentido de las palabras y cómo éstas se asocian y reflejan en la realidad práctica y cotidiana. A través de la construcción de estos conceptos se erigen las definiciones por las que pasa la misma historia.
En este sentido, hemos sido testigos, a lo largo de los siglos, de distintas disputas por el significado y el sentido de las ideas y las nociones que construyen la historia. Nuestra cotidianeidad parece ser un claro testimonio y resultado de la lucha por el orden de las cosas. En su seno se encuentra el concepto de que aquello que se ensambla debe partir de la base. Ya no existen, o al menos no cuentan con la suficiente legitimidad, los planteos y fundamentos divinos, aristocráticos o monárquicos. Los últimos siglos se caracterizaron por el dominio de una racionalidad basada en la pluralidad y variedad de ideas y voces, caracterizadas por la progresiva inclusión del otro, de quien piensa, actúa y se comporta distinto a nosotros
“En estos momentos en los que invade el cinismo y la frustración, consideramos, al menos, que con nuestras palabras e ideas podemos defender e incluso honrar aquellos principios que, en última instancia, nos trajeron hasta acá.”
Este progreso, atravesado por distintas teorías y conceptos que buscaron darle forma y dirección, no siempre fue lineal. A lo largo del tiempo no han sido extraños los proyectos reaccionarios ni los retrocesos concretos. No obstante, aquella idea, aquella pieza original, aquel por entonces insólito principio sobre el que fue elaborándose nuestra subjetividad presente permaneció como un faro. A partir de esa guía montones de personas fueron inspiradas para construir y alcanzar un mundo que, aun con sus carencias, logró establecer un orden cultural, político y ético enfocado en la defensa de aquel que no nació con el privilegio de un título o un nombre determinado, pero que conforma la esencia de lo que nosotros conocemos y consideramos como el Soberano. Aquello que tan presente se encuentra en nuestras discusiones diarias, en reuniones con amigos, en los debates en los pasillos de nuestras casas de estudio, en el ruido propio de las calles de nuestras ciudades y en los rumores que resuenan por los caminos de nuestros pueblos.
Y hoy que parece que nos estamos enfrentando a un tremendo retroceso, a una brutal reacción, a un fundamental rechazo de nuestra cultura, es más importante que nunca recuperar esas ideas que tanto nos han inspirado a construir un mundo mejor. En estos momentos en los que invade el cinismo y la frustración, consideramos, al menos, que con nuestras palabras e ideas podemos defender e incluso honrar aquellos principios que, en última instancia, nos trajeron hasta acá.
“Ya no existen, o al menos no cuentan con la suficiente legitimidad, los planteos y fundamentos divinos, aristocráticos o monárquicos. Los últimos siglos se caracterizaron por el dominio de una racionalidad basada en la pluralidad y variedad de ideas y voces, caracterizadas por la progresiva inclusión del otro, de quien piensa, actúa y se comporta distinto a nosotros.”
Desde un análisis profundo de las cuestiones de actualidad, pasando por el análisis político, el derecho y la cultura, nuestra intención es recuperar el espíritu de la iniciativa ciudadana en el espacio público desde la lógica de la discusión y el debate de lo común. Intentamos comprender y darle sentido a la realidad desde una perspectiva plural y abierta. Como jóvenes, tenemos la oportunidad de contribuir a la construcción de un espacio de reflexión y discusión verdadera, un espacio inclusivo y abierto.